Mates con un toque diferente para los que se animen a probar

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El mate es un ícono en nuestra cultura, y hasta podríamos definir como “ceremonia” al solemne acto de prepararlo y tomarlo. Un buen matero que se precie de serlo seguro toma unos buenos amargos con yerbas fuertes y bien estacionadas  en su porongo o mate de madera, nada de mates de lata o  de los mates de silicona tan modernos, no,  para ellos estos son pavadas. Otros no tan duros tomadores de mates los saborizan con hierbas o cascaritas de frutas y otros los endulzan con azúcar o edulcorante. La cosa es que las variantes no terminan ahí y hoy les voy a compartir dos opciones que supe probar en adolescencia: mates de leche, y mates de pomelo. A ver si se animan a prepararlos y después nos cuentan.

En plenas vacaciones de invierno, estábamos con mis amigas una noche fría ya entrada la madrugada  hablando de bueyes perdidos (como todas las jovencitas de pueblo hacen) y entre medio de los bostezos  una de ellas dice:- ¡quiero que prueben unos mates riquísimos que me dio a tomar mi tía en Entre Ríos! Así que fue a la heladera y sacó un pomelo grande y rosado, mientras puso a calentar el agua peló un poco menos de la mitad del pomelo, y en ése extremo que se veía “blanquito”  cortó una especie de tapón con  el cuchillo. Después con paciencia lo ahuecó con una cucharita con cuidado de no romperlo, y sin sacarle todo el interior, escurrió  el jugo que asomaba a simple vista y luego llenó el pomelo con una buena yerba estacionada. Ahí nomás echó el primer chorro de agua metió la bombilla y arrancó la cebada. Ya para el tercer mate se sentía el riquísimo sabor del pomelo. (Esta opción también vale dulce).

Otra variante no tan común me la enseñaron unas primas y ellas a su vez la heredaron de su abuela. Fue para una merienda de invierno, por eso la cosa acá es más energética. Se trata de calentar leche sin que hierba, y dejarla en una jarra que ayude a conservar su temperatura.  Para preparar el matecito ahora sí es mejor si es uno de ésos  de lata,  colocamos la yerba y una cucharadita de miel  sobre ella. Una vez listo esto ya se puede arrancar la ronda cebando con la leche que teníamos preparada. Esta es una opción interesante para los más chicos de la casa.

Quizás varios de ustedes piensen que estos son sacrilegios o que se estamos desvirtuando al mate, nuestra bebida sagrada. En mi caso lo veo como una ventaja: tenemos unas cuantas maneras de apropiarnos del mate, de disfrutarlas y cada uno puede elegir la suya. ¿El que todavía no lo hizo, se anima a probarlas?

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